El momento perfecto para que les dé a sus hijos un dispositivo (y qué hacer si ya lo hizo).
ESCUCHO ESTO EN TODOS LOS LUGARES A LOS QUE VOY A HABLAR.
«¿A qué edad debería darle un teléfono celular a mi hijo?»
«¿A qué edad debería permitir que mis hijos tengan una cuenta en las redes sociales?»
«¿Qué sucede si yo quería esperar para darles a mis hijos una pantalla, pero la escuela ya les proporcionó una?»
Las pantallas ciertamente no han facilitado la crianza de los hijos. Entonces, ¿cuál es la edad perfecta para que les dé una pantalla?
Presión parental por parte del grupo de pares.
Si aún no les ha dado a sus hijos una pantalla seguramente se habrá sentido presionado. Porque, aunque ellos no tienen aún un celular o una tablet, es probable que sus amigos ya los tengan. Mientras escribo esto, el 89 % de los adolescentes (de trece a diecisiete años) tienen smartphones. Es extraño, porque si sus hijos adolescentes aún no tienen un teléfono celular estoy casi seguro de que le deben decir:
«¡Toooodos mis amigos tienen smartphones!» (Probablemente deberá resistir la tentación de responderles: «En realidad, solo el 89 % de tus amigos lo tienen»).
El gran número de niños que obtiene un teléfono celular antes de ser adolescente es cada vez menos sorprendente. Recientemente, estuve con estudiantes de sexto, séptimo y octavo grado en una escuela
primaria cerca de mi casa, y parecía que «tooodos» tenían smartphones. (Sé que sueno exactamente como tu hijo).
De hecho, estaba hablando con trece de estos estudiantes en el aula después de clase. Tenían once, doce y trece años. Escribí mi número de teléfono en la pizarra y dije: «Saquen todos sus teléfonos». Y los conté… ¡los trece sacaron su smartphone! ¡Todos y cada uno de ellos! Esto parece raro cuando consideras lo que compartí en el primer capítulo acerca de la cantidad de niños que tienen smartphones:
El 72 % de los niños de trece años.
El 53 % de los niños de once años.
El 69 % de los niños de doce años.
Nop. En este grupo, no.
El cien por ciento de ellos tenía smartphones. Así que piense cómo se siente su hijo de doce años en la escuela todos los días. Es probable que sienta que «tooodos» los demás niños tienen smartphones y él no.
Decidí hacer un juego con estos estudiantes de primaria y ver lo que podía aprender. «Vamos a jugar al texto rápido», les dije. «El primero en enviarme lo que pido ganará un punto. El primero en llegar a diez puntos recibirá una tarjeta de regalo de Starbucks.» (Sí, soborno a los estudiantes de la escuela secundaria con cafeína. Los padres me adoran.)
Los niños ya estaban guardando mi número en sus teléfonos y esperando mi primera pregunta.
«Envíenme su nombre y apellido, y una selfie», les dije.
Todos levantaron sus teléfonos, se sacaron rápidamente una selfie y comenzaron a escribir frenéticamente. Mi teléfono se llenó de notificaciones. Ding. Ding. Ding… En dos segundos tenía trece mensajes de whatsapp con fotos graciosas de cada uno de sus rostros. Continué: «Envíenme una foto de sus zapatos». Ding. Ding. Ding. Ding. Ding… Nikes. Vans a cuadros. Más Vans a cuadros.
«Envíenme una captura de pantalla de la aplicación en la que pasan más tiempo».
Ding. Ding. Ding. Ding. Ding… Nuevamente mi teléfono se llenó de imágenes de Snapchat,
Instagram, TikTok y algunos de sus juegos móviles favoritos…
«Envíenme una captura de pantalla de la canción más reciente que han escuchado».
Ding. Ding. Ding. Ding. Ding…
Esa pregunta fue bastante reveladora. En realidad los niños no piensan mucho cuando juegan a este tipo de juegos. Así que recibí capturas de pantalla en bruto de las canciones que acababan de escuchar a través de sus auriculares momentos antes. Principalmente canciones que mamá o papá no conocían. (Se puede aprender mucho sobre los niños a través de sus teléfonos).
Un chico llamado Jordan fue el primero en llegar a los diez puntos. Choqué puños con él y le di la tarjeta de Starbucks, y luego comencé a hacer preguntas a la clase.
«¿Cuándo obtuvieron sus teléfonos?» Los niños no dudaron en responder:
«El año pasado».
«Yo lo tengo desde hace un par de años».
«Mi hermano mayor obtuvo uno nuevo, así que me quedé con el suyo antiguo».
Los niños gritaron sus respuestas, casi presumiendo:
«Fue lo primero que descargué».
«Desde quinto grado».
Luego hice una pregunta que los sorprendió un poco:
«¿Cuántos de ustedes sabían que iban a tener que mentir acerca de su edad para poder acceder a las redes sociales?» (La mayoría de estos niños acababa de admitir que habían descargado aplicaciones de redes sociales antes de los trece años. Debes tener trece para registrarte en cualquiera de estas aplicaciones.)
Todos sonrieron y se miraron unos a otros por un momento, como si se preguntaran: «¿Debería decírselo?» Pero lo hicieron.
«Mi hermana me dijo que tenía que hacerlo».
«No lo sabía hasta que lo intenté. Pero fue sencillo. Simplemente escribes un año diferente.»
«Usé la misma fecha de mi nacimiento, pero puse un año diferente. Así las personas saben cuándo es mi cumpleaños.»
Entonces hice una última pregunta:
«¿Cuántos de sus padres saben que mintieron acerca de su edad?»
Luego de interactuar tan solo quince minutos con este grupo particular de jóvenes, todo quedó inmediatamente claro: Todos estos niños tenían smartphones, pasaban innumerables horas consumiendo
entretenimiento por internet y usaban las redes sociales. Sus padres sabían muy poco sobre lo que ellos hacían con sus teléfonos cada día.
Tal vez por ello los padres están tan dispuestos a darles una pantalla a sus hijos. No tienen ni idea de lo que les están dando en realidad. Por lo general, esta es la razón por la que dedico la primera mitad de
un taller para padres a proporcionarles una visión muy realista de lo que hay en las pantallas de sus hijos. Les muestro algunos ejemplos de las canciones, juegos y vídeos más populares. Luego les muestro
comentarios reales que se han publicado y comportamientos depredadores que se producen en las redes sociales cuando los niños dejan sus configuraciones de privacidad en público. Como mencioné con anterioridad, una abrumadora mayoría de adolescentes utiliza la configuración pública porque desean tener más seguidores.
Después de mostrarles todo eso a los padres, les pregunto:
«¿Tienen sus hijos sus configuraciones de privacidad públicas para que cualquiera pueda ver su perfil?»
Puedo ver las expresiones en sus rostros. Las mamás y los papás no tienen ni idea, y seguro ahora estarán pensando: «¿Por qué le di un celular a mi hijo de quinto grado?»
Pero algunos padres ni siquiera tomaron esa decisión por ellos mismos. Con frecuencia hablo con progenitores divorciados, y algunos me dicen que el otro cónyuge les dio un teléfono a sus hijos sin concertarlo primero. Ningún padre divorciado quiere ser el malo de la película y prohibírselos: «¡En esta casa, no!» Saben que sus hijos se limitarán a responder: «¡Pues entonces quiero vivir con papá (y viceversa)!»
Padres, hijos y las pantallas es una guía para padres que proporciona respuestas a preguntas esenciales y temas clave para ayudarles a establecer límites en el uso de los dispositivos para sus hijos. Aprenderán a dialogar de manera significativa con sus hijos sobre la seguridad en las redes sociales, el entretenimiento y el tiempo destinado frente a las pantallas, para que puedan conducirse con sabiduría en el mundo digital.