LA DIFERENCIA ENTRE LA RELIGIÓN Y EL CRISTIANISMO

La gente a menudo comete el error de pensar que el cristianismo es una religión como cualquier otra.

Me ha parecido muy interesante preguntarle a mucha gente lo que piensa que la religión es en realidad. El consenso general es que la religión es una forma de relacionar a los seres humanos con algo más allá de sí mismos, algo trascendental. Generalmente consiste en un rito de iniciación y luego un camino a seguir en base a una enseñanza prescrita. Las ceremonias religiosas y los edificios sagrados son considerados importantes. El enfoque final, la entrada al mundo venidero, es considerado
dependiente de una evaluación final de la vida de uno, en base a méritos obtenidos en el recorrido.
Esa es la interpretación de las cosas que lleva a la gente a decir: «Yo soy tan buen cristiano como cualquier otro. No lastimo a nadie. ¿No puedo comprender por qué dices que necesito salvación? ¿Por qué sigues hablando del pecado?» Mi respuesta a eso quizás se comunica mejor contando la siguiente historia, después de todo, ¡soy irlandés!
Hace unos años estaba regresando a casa después de haber enseñado en una iglesia de Hungría. Estaba viajando por tren a Viena, vía Budapest, para agarrar un vuelo hacia casa. Encontré mi asiento reservado en un vagón de segunda clase y me senté. De inmediato, inexplicablemente empecé a sentirme incómodo
por el asiento en el que estaba, una experiencia que nunca antes había tenido, ni la he vuelto a tener. Al principio pensé que quizás estaba en el asiento equivocado, pero un vistazo a mi boleto me mostró que ese no era el caso. Luego se me ocurrió que debía irme y sentarme en primera clase. Esta convicción
se volvió tan fuerte que dejé el vagón, caminé hacia la parte delantera del tren y encontré que había dos vagones de primera clase, uno estaba en mal estado y viejo; el otro parecía nuevo. Como el tren estaba por partir, traté de entrar al vagón nuevo y reluciente. Sin embargo, de manera extraña, descubrí que no podía mover una pierna delante de la otra. Empecé a sentir pánico, creyendo que estaba teniendo una especie de convulsión. Pero cuando giré hacia el vagón en mal estado, descubrí que sí podía moverme, así que entré de un salto justo cuando el tren salió de la estación.
Caí en el asiento cerca a la puerta del compartimento, los dos asientos al lado de la ventana estaban ocupados. Inmediatamente me sentí relajado y normal otra vez, pero estaba muy intrigado por lo que había sucedido.
Cerré mis ojos para descansar. Luego me di cuenta de dos hombres en los asientos al lado de la ventana hablando en voz baja en un idioma que no podía entender.
Después de un rato cambiaron al francés, lo cual yo podía entender y hablar. Ahora ya recuperado, los saludé y conversamos un poquito acerca de nuestros trabajos. Ambos eran abogados internacionales de mucha experiencia: Uno era embajador; el otro era un juez de una corte internacional. Les expliqué que yo
era un matemático.
La conversación hizo una pausa y comencé a quedarme dormido cuando uno de ellos de repente exclamó: «Voyez, les croix!» [«¡Mira las cruces!»] Él señaló un cementerio a través de la ventana y luego preguntó: «¿Hay cristianos en este país?» Yo respondí diciéndoles que efectivamente había muchos cristianos, y que había estado pasando una semana con algunos de ellos, enseñándoles acerca de la Biblia.
«Pero eso no es racional» llegó la respuesta. «Tú eres un matemático. ¿Cómo es posible que puedas tomar la Biblia en serio? Y, en cualquier caso, nosotros podemos acercarnos a Dios directamente,
hasta en el desierto. No necesitamos intermediarios como Jesús y María para que nos ayuden.»
Después de más conversación, durante la cual dije que mi fe cristiana estaba basada en la fe, uno de ellos me dijo: «Tenemos tres horas en este tren. ¿Estarías preparado para explicarnos la diferencia entre el cristianismo y nuestra religión?»

No tengas miedo

Los cristianos están bajo una presión cada vez mayor para que guarden silencio. Se nos ha hecho creer que en el mejor de los casos nuestras creencias son anticuadas, y en el peor son peligrosas. Silenciados por el temor, es demasiado fácil quedarse callados.

Les pregunté cuál era la esencia de su religión y luego miré alrededor en busca de papel y lapicero para ilustrar mi respuesta. Al no encontrar nada, noté que el piso del vagón estaba bastante polvoriento, así que pude dibujar allí con mi dedo el siguiente diagrama.

Mientras lo hacía, pregunté: «¿Estaría bien decir que su religión equivale a esto?»

Yo continué: «En la mayoría de religiones hay una puerta de iniciación al principio, quizás una especie de ceremonia, o quizás incluso sea tu nacimiento en un grupo en particular, eso conduce al inicio de tu camino o senda. Esto lo indica mi línea ondulada. Tienes gente que te enseña y te guía (indicado por los sombreros académicos), y el camino va arriba y abajo de acuerdo a tu éxito en seguir ese camino.
Cuando mueres entonces viene la evaluación final, indicado por la balanza de la justicia, donde tu vida es examinada. Si se te permite avanzar hacia un glorioso mundo venidero dependerá de que tus obras buenas pesen más que las malas.
Puesto que es un sistema basado en méritos, no importa cuán buenos hayan sido tus maestros, consejeros, gurús, imanes, sacerdotes o rabinos, ellos no pueden garantizar tu éxito en la evaluación final. En otras palabras, es en cierto sentido muy parecido a un curso universitario: Tienes que satisfacer ciertos requisitos iniciales, sigues el curso y luego te sientas a tomar los exámenes finales. Sin embargo, no importa cuán buenos y amables sean tus profesores y maestros, ellos no pueden garantizarte un título, ya que eso depende completamente de tu mérito en los exámenes finales. ¿Estaría bien ponerlo de esa forma?»

Los dos hombres estuvieron de acuerdo con que esto no solo era lo que creían, sino que era lo que toda la gente religiosa creía. Esta era la esencia de la religión.
«Bueno entonces», dije yo, «eso significa que no soy una persona religiosa.»
«Pero tú dijiste que eras cristiano», respondieron ellos.
«Sí, soy cristiano. Lo que ahora necesito decir es en respuesta directa a su pregunta original:
¿Cuál es la diferencia entre lo que yo creo y lo que ustedes creen?
«Pero permítanme decir primero que las religiones y las filosofías tienen mucha enseñanza moral en común. Fíjense, por ejemplo, lo que a menudo se llama la Regla de Oro, una versión dice: “Tratar a otros de la misma manera que te gustaría que te traten a ti.” Ustedes encontrarán eso en cada religión y filosofía bajo el sol, incluyendo aquellas religiones y filosofías que no creen en ninguna clase de dioses.

Las diferencias surgen en lo que las religiones tienen para decir, no tanto acerca de la moralidad, sino acerca de cómo tú te relacionas con Dios o los dioses. Mi ilustración muestra el concepto común que ustedes comparten con muchos otros. Sin embargo, el mensaje cristiano es muy diferente. No consiste en una aceptación en base a méritos que lleva a cabo Dios en el juicio final. El cristianismo enseña algo sumamente radical en este punto. Nos dice que podemos ser aceptados al principio del camino. Enseña que el paso inicial no es un rito, ritual o ceremonia que se le hace a un bebé o un adulto. En cambio, es un paso de compromiso deliberado con una persona, Jesucristo, que involucra creer que él es Dios encarnado que vino al mundo para dar su vida como rescate por nuestros pecados. Él lo hizo porque nuestros pecados nos alienan de Dios.»
A estas alturas dibujé una cruz en la entrada al principio de mi bosquejo en el polvo. «Ahora», les comenté, «si quieren mi respuesta a su pregunta, por favor escuchen y traten de entenderla antes de juzgarla.»
«Prosigue», respondieron ellos.
«He aquí lo que dijo Jesús: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” ( Juan 5:24). El contexto de estas palabras es la asombrosa declaración de Jesús de que él va a ser el juez final de la humanidad.»
Yo volteé hacia el juez en el asiento al lado de la ventana. «Su Señoría», pregunté. «Suponga que yo le presentara mi caso, y usted me declarara libre. ¿Tendría razón en creerle?»
Él mostró un arranque de indignación. «Por supuesto», dijo él. «Yo soy el juez, el evaluador final. Si digo que estás libre, entonces estás libre.» «Bueno, ese es exactamente el punto», respondí yo. «Jesús es el Juez de más alto nivel en el universo. Y él dice que, si confiamos en él personalmente, nos declarará que estamos bien con Dios. Esto es en base a que él mismo ha pagado, en la cruz, la pena por el veredicto de culpable que merecían nuestros pecados. Es más, tenemos evidencia de que esto es cierto. Como dijo el apóstol cristiano Pablo a los filósofos de Atenas, Dios ha dado fe a todos levantando a Jesús de entre los muertos (Hechos 17:31).»

Hubo un silencio en el vagón por bastante tiempo. Entonces el embajador le dijo al juez: «Hay una gran diferencia». Volteando hacia mí añadió: «Y todo depende de quién es Jesucristo en realidad».
«Exactamente», respondí yo.