¿Qué es la consejería cristiana?

¿Consejería o discipulado?

Definiciones, apoyo, convicciones y práctica ética.

Cuando las personas atraviesan las puertas de nuestras consultas de consejería, ¿qué esperan? O quizá una pregunta mejor sea: ¿qué deberían esperar? Muchas autoridades respetadas han definido y descrito la consejería cristiana. Implica mucho más que un cristiano que resulta que es consejero, y no es inyectar un versículo de la Biblia en una sesión de consejería. En esencia, la consejería cristiana es una forma de discipulado pensada para ayudar a liberar a las personas para que experimenten el perdón de Dios, su propósito y su poder para que así se conviertan en seguidores de Jesucristo totalmente dedicados. No es nada menos que eso. Implica el proceso de liderar a otros hacia experimentar sanidad, madurez espiritual,
competencia relacional, y una estabilidad en intelecto y experiencia (Collins, 1993).
Las personas por lo general acuden a nosotros porque han perdido el rumbo. Pueden estar desesperanzadas, molestas, desesperadas, y quizá furiosas con Dios, con otros que les han herido, e incluso consigo mismas. Nuestra meta como consejeros cristianos es ayudarles a “poseer su alma” para que puedan confiar en Dios, amarlo con todo su corazón, y responder con confianza y esperanza a los
retos y dificultades que haya en sus vidas.

Quienes ofrecen respuestas demasiado simplistas hacen un mal servicio a sus aconsejados y a Dios. La vida es complicada. Los problemas que sufren las personas tienen con frecuencia muchas capas de causalidad e impacto, y pocos se desenredan con facilidad. Tenemos el privilegio indecible de intervenir en las vidas de nuestros aconsejados como representantes de Dios: sus embajadores en momentos de necesidad desesperada. Para estar equipados, necesitamos entender y apreciar el elevado honor y la abrumadora tarea de ayudar a quienes buscan nuestra asistencia.

Todos necesitan a Dios, pero…

Cuando era un joven pastor, (Ron) llegué a ser intensamente consciente de la paradoja de vivir en un mundo trágicamente caído que sigue reflejando la perfección y la belleza de Dios. Estaba convencido de que lo que realmente necesitaban las personas era a Dios, porque en última instancia, los problemas espirituales están en la raíz de todos los problemas de la vida. Con bastante frecuencia, sin embargo, los problemas de las personas están relacionados con patrones de pensamiento y de conducta profundamente habituados que raras veces se desvanecen cuando la persona es salva y comienza a leer fielmente la Biblia. En 1 Tesalonicenses 5:23, Pablo dice que el cambio genuino requiere atención a todo el ser: espíritu, alma y cuerpo; no puede pasarse por alto ninguna dimensión de la persona.

La gente no camina con Dios en un vacío. Aprendemos a seguirlo en cada momento, cada relación y cada meta. La gracia de Dios lo cambia todo. El modo por defecto del corazón humano es la autojustificación, intentar demostrar que somos dignos y aceptables para Dios y para otras personas. Todos necesitan a Dios, pero preferimos trazar nuestro propio rumbo, lo cual produce resultados desastrosos. La única esperanza de la humanidad es el perdón, el amor y la gracia de Dios. Cuando lo rechazamos o lo ignoramos, nos quedamos solos con nuestros propios medios; pero cuando tenemos la valentía de admitir nuestra necesidad de un Salvador, descubrimos que Él es hermoso, bueno y fuerte. Él es un Rey que se ha ganado nuestro amor y confianza, y a medida que entendemos más de su grandeza y su gracia, estamos contentos de seguirlo a Él.

Muchas personas, sin embargo, confunden el cumplir reglas con una relación real. Algunos ven a Dios como un socio de negocios que es mejor que intervenga en nuestro trato; otros tratan a Dios como si fuera una máquina expendedora que entrega bendiciones cuando ellos hacen su parte. Esas personas suponen erróneamente que nuestra parte es hacer lo correcto para ganarnos la aprobación de Dios. Larry Crabb observó: “Ya es tiempo de superar el moralismo que piensa que la tarea de la iglesia está terminada cuando instruye a las personas en los principios bíblicos y después las exhorta a hacer lo correcto” (Crabb, 1997, p. xvii). Su solución más profunda es la creación de verdaderas comunidades “donde el corazón de
Dios sea el hogar, donde el humilde y el sabio aprenden a pastorear a quienes están en el camino por detrás de él o ella, donde principiantes confiados van agarrados del brazo de otros mientras hacen juntos el viaje” por este campo de minas llamado vida.
Las personas que acuden a nosotros buscando ayuda son con frecuencia una mezcla. Son pecadoras, y están heridas; por años han vivido con temores constantes o con una arrogancia inflada (en realidad, las personas arrogantes no acuden a nosotros con mucha frecuencia).

Si podemos identificar el perfil de las personas que se sientan enfrente de nosotros en nuestras consultas, podemos confeccionar nuestro enfoque bíblico según cada una. Todas ellas están heridas, y todas ellas son pecadoras, pero necesitan perspectivas, aliento y cuidados especializados.


El nuevo consejero cristiano por Dr. Ron Hawkins & Dr. Tim Clinton

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