¿QUIÉN SE LLEVÓ EL NOVENTA POR CIENTO?

Los niños pequeños son muy creativos. ¿Por qué tan pocos mantienen esas grandes reservas de pensamiento, ideas y juego al crecer?

Parte de la culpa la tienen la sociedad y nuestros padres, y hasta nuestro propio control de pensamientos. Tal vez ponemos demasiado énfasis en el desarrollo productivo para dar tiempo al desarrollo de la creatividad.

En nuestra cultura parece difícil permitir que las personas sean creativas, aunque decimos que respetamos la calidad.

Recuerdo el asombro que sentí cuando un amigo me dijo que le pagaban para que hiciera experimentos en una computadora. No tenia que programar nada. No tenía que descubrir nada. Pasaba todo el día haciendo experimentos con posibilidades, y al final de la semana, ¡le pagaban! Yo pensaba: “¡Qué desperdicio cuando él pudiera haber hecho algo!” No obstante, pensar así pone límites.

Tal vez hasta el noventa por ciento de todos los niños son muy creativos hasta que llegan a la edad de cinco años. Muchos siguen desarrollando las habilidades creativas desde el jardín de la infancia hasta el tercer grado, tomando los varoncitos la delantera creativa. Hay un declive brusco entre el tercer y cuarto grados.

Muchos alumnos abandonan su creatividad en el cuarto grado y nunca más hacen uso de ella. El siguiente declive ocurre en el séptimo grado, después que algunos han ganado creatividad en el quinto y el sexto grado. Los cuatro años que siguen al séptimo grado también se caracterizan por algún crecimiento.30

El primer declive sucede cuando los niños ingresan a la escuela. Por primera vez tienen que ajustarse al salón de clase.

Por primera tienen que trabajar en equipo con otras personas. Dejan atrás los días despreocupados de la niñez para entrar en su primer estado de crecimiento.

Sería fácil culpar al sistema escolar por esta pérdida de creatividad, pero eso sería demasiado simplista. Para que tome lugar la educación tiene que haber cierto grado de disciplina. Operamos, no como individuos en la isla de la vida, sino como sociedad. Tal vez podemos descubrir formas de limitar esta pérdida.

Durante los años de la educación primaria, pocas veces se logra en el hogar mejores resultados en la preservación de la creatividad que en la escuela. Los padres tienden a preocuparse si sus hijos se diferencian de sus amigos. Es fácil para los padres preocuparse más por el éxito externo y la popularidad que por el crecimiento interno y la creatividad.

Hay gran tensión entre lo que es creativo y lo que es práctico.

A Pepe le gustaba deshacer las cosas. Desde que empezó a gatear, sus camiones nunca permanecían tal como los recibía. Sacaba las ruedas y las cambiaba. Amarraba una pita por aquí y otra por allá.

Convertía a sus autitos en autos asombrosos. A medida que iba creciendo, también aumentaban sus incrementos, y la consternación de su padre. Pepe arreglaba autos viejos que la gente le daba, aún antes que tuviera la edad suficiente para manejar. Experimentaba con electricidad, con bombas, con máquinas que hacían sonidos raros en la noche. El sótano y el traspatio lleno de basura era su mundo. Y siempre su padre protestaba: “Nadie más deshace las cosas como tú lo haces. Eres destructivo; nunca nada vuelva al estado de antes. ¿Cómo se te ocurrió arruinar esa camioneta, trucándolo tan

alto que no se puede usar en la carretera?”

Pepe tenía la fortaleza que sólo tienen los niños muy creativos. Su padre se preocupaba por las cosas que Pepe arruinaba, pero Pepe disfrutaba de poder crear cosas que nunca antes habían existido y que probablemente jamás habrían de ser las mismas. Ahora, como hombre adulto, tiene un puesto de gran responsabilidad en una compañía de computadoras y su traspatio está lleno de ideas en diferentes estados de desarrollo. Ahora su padre lo llama cuando algo se descompone y le pide que lo arregle, y no pocas veces oye a su padre jactarse ante otros acerca de los logros de su hijo. Algún día una persona como Pepe quizá descubra alguna manera de mantener unido a nuestro complejo mundo un poco más de tiempo.

 

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