No siempre se considera a los cristianos como personas creativas.
Esta puede ser la opinión de otros seguidores de Cristo o del mundo secular. Tenemos la tendencia a limitarnos y a limitar lo que podemos hacer con los talentos y los dones que Dios nos ha dado.
Por ejemplo, durante años los editores de revistas y publicaciones para la escuela dominical compraban el arte bíblico de un servicio litográfico. Los pequeños dibujos lineales no eran amenazantes, siempre iguales y muy aburridos. Entonces una casa editora decidió tratar algo diferente. Se contrató a una dibujante judía para ilustrar las historias de la Biblia. Ella hizo un trabajo excepcional. Los dibujos parecían cobrar vida en la página impresa. Pero tan pronto como los cristianos abrieron la primera edición comenzaron a escribir cartas de protesta. “Estos dibujos parecen demasiado judíos —escribía la gente—. No dan la idea de ser cristianos. Algunas de las personas en los dibujos no sonríen.”
Los dibujos de la artista fueron almacenados y los lectores conservativos respiraron con alivio; se había detenido el modernismo.
En el mundo del arte, hemos escogido la propaganda religiosa por encima de una genuina obra creativa. Sí, es cierto que nos interesa señalar el camino a Cristo, pero rebajamos mucho esa meta al pensar que el Espíritu Santo no puede obrar mediante la excelencia. Por supuesto, estamos mejorando en este aspecto.
Hoy en día, varias décadas después de la experiencia con el arte bíblico judío, los lectores ya no están mal dispuestos a aceptar lo impredecible.
Un segundo factor que limita nuestra creatividad es la dicotomía sagrada y secular que dice que la belleza es diferente el domingo que otros días de la semana. Hay historia real y hay historia cristiana. Hay ficción y hay ficción cristiana (aunque no en el sentido literal de la palabra, pero por lo menos comprendemos la diferencia entre las dos clases de ficción). Limitamos a las personas creativas al insistir que la fe ortodoxa sea expresada de manera “ortodoxa”.
Esta puede ser una razón por la que perdemos a muchos cristianos creativos que van al mundo secular. Todavía sospechamos de los que trabajan de ambos mundos. Nuestra creatividad se atrofia porque no exigimos que se rebasen los límites de lo que nosotros mismos hemos impuesto.
Cuando los adolescentes saben que su profesor de historia busca formas más creativas para la enseñanza que su maestro de la escuela dominical, ellos pueden hacer suposiciones acerca de su Dios. Fíjese en la actitud expresada por el cantante de rock Larry Norman, en la revista
Campus Life [Vida estudiantil]. Él sabe que a muchos cristianos no les gusta su música. “Mi énfasis primordial no es entretener —dice él—. Pero si nuestro arte es aburrido, la gente echará por la borda tanto el mensaje como el arte.”
En tercer término, nuestro sistema acostumbrado a rechazar todo lo nuevo limita nuestra creatividad al apropiarnos pobremente de la verdad detrás de “¿No ha dicho Dios?”. Sí, Él lo ha dicho. Tenemos importantes y definidos límites acerca de lo que como cristianos podemos hacer, pero todavía no hemos explorado la excelencia dentro de esos límites.
Tal vez la cuarta razón por la que no hemos explorado la creatividad es nuestro punto de vista apocalíptico de los tiempos. Recuerde que no se escribieron sonetos en el Titanic. Sí, estos pueden ser los últimos días. Muchos creyentes están seguros de que las señales indican que vivimos en los últimos tiempos. Pero es posible estar demasiado ocupado del estado de ser inmediato, en vez de preocuparse de ir creciendo a lo que debemos llegar a ser.11
Yo tenía once años de edad cuando el señor Donner en un culto de oración nos dijo por qué no iba a reparar la escalera de atrás de su casa.
“Sí, es verdad que está en muy mal estado —dijo—, pero ¿para qué repararla? El Señor viene pronto, y entonces, ¿de qué me aprovechará el tiempo gastado en esa escalera?” De niña, siempre trataba de hallar una excusa para no lavar los platos al momento sino más tarde. Lo que dijo el señor Donner me pareció muy razonable. Años más tarde, después de la muerte de su esposa, volvió a casarse, ¡y en vez de sólo reparar la escalera de atrás construyó una nueva casa para su nueva esposa!
Nos puede parecer que como cristianos que navegan en el barco de la vida estamos preocupados limpiando cubiertas e izando las banderas apropiadas cuando debiéramos prepararnos para llegar al muelle de un mundo completamente nuevo que necesita ser escrito, diseñado, pintado y danzado.
Extraido – Métodos Creativos de Enseñanza – Marlene Le Fever.