Todo maestro entiende la importancia de la evaluación. Si no hay evaluación, ¿cómo puede saber si ha enseñado correctamente? ¿Cómo puede saber si el alumno ha aprendido?
En ciertas materias, como matemática, historia, geografía, puede haber exámenes con los cuales se puede medir muy adecuadamente el aprendizaje. Mucho de esto se basa en pura memorización y los exámenes por lo general consisten en preguntas de verdadero o falso, opción múltiple, o de llenar los espacios en blanco. Lamentablemente todos nosotros, que fuimos alumnos, sabemos que se requiere cierta habilidad en “adivinar bien” con esta clase de exámenes. También reconocemos que todo lo que se memoriza se puede olvidar.
A medida que un alumno avanza en sus estudios, en su carrera, el aprendizaje depende de más que una simple memorización. Por ejemplo, el estudiante de medicina ha memorizado los nombres de los huesos, de los sistemas del cuerpo y las enfermedades. Pero para ser un médico, precisa practicar lo que ha estudiado. Requiere de habilidades para poder analizar, para ver cómo una parte tiene que ver con otra, para saber cuáles son las causas y las consecuencias.
De igual manera, el maestro cristiano debe reconocer que el saber de memoria los libros de la Biblia, asistir sin falta a clase y otros aspectos no necesariamente producen un crecimiento espiritual. Entonces, ¿cómo se produce y cómo se mide o evalúa el crecimiento espiritual?
Eugene Peterson, en su libro Creciendo en Cristo, escribe sobre cómo convertirnos en cristianos maduros, sobre la formación cristiana, y cómo crecer para alcanzar la estatura de Cristo. El libro, un estudio de la carta de Pablo a los efesios, sirve como manual al maestro cristiano para formar espiritualmente a sus alumnos y a la vez medir el crecimiento espiritual.