El oficio de enseñar

Por Maria José Costa Lima*

La búsqueda por el conocimiento debe ser constante en la vida del educador cristiano ElOficioDeEnsenar

 

Hacer del alumno un discípulo de Cristo comprometido con Dios y su Palabra, es uno de los mayores desafíos del maestro de Escuela Bíblica Dominical. Como ministros de la Palabra, debemos reconsiderar algunas actitudes que, por desgracia, aun están presentes en nuestra práctica docente. Es el caso del conformismo pedagógico, intelectual y espiritual, lleno de prejuicios contra recursos que, si son utilizados de manera sabia y para el engrandecimiento del reino de Dios, pueden ser instrumentos de bendición.

Mirando al Maestro por excelencia, Jesucristo, podemos aprender las lecciones claves del magisterio. Al enseñar, Jesús utilizaba todos los recursos y métodos disponibles de su época. Usaba objetos, parábolas, historias, discursos, preguntas, disertaciones, etc.; porque su meta era el corazón de sus alumnos y la transformación de sus vidas.

Conciente de esta verdad, el maestro se pregunta: “¿Qué proceso y herramientas debo utilizar para alcanzar el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos? ¿Hasta qué punto mis clases han producido un crecimiento efectivo en mis alumnos?”

Estas interrogantes deben formar parte de la vida cotidiana del maestro, y sus respuestas marcarán la diferencia en el salón de clases. El obrero de EBD sabe que el aprendizaje ocurre cuando hay un cambio de comportamiento. Así, el aprendizaje debe ser visto como proceso y no como producto.

Existen, aun, otras preguntas que debe hacerse el maestro: “¿He buscado perfeccionarme con el fin de hacer frente al desafío de llevar a mis alumnos a Cristo y edificarlos en la Palabra? ¿He aprovechado recursos tales como revistas, diarios, videos, documentales, conferencias, cursos, televisión, internet y mis propias experiencias personales para sembrar en mis alumnos el deseo de ser también conocedores de la Palabra?

En un concepto moderno de Educación, el maestro competente es aquel que sabe como ser, conocer y hacer. Es aquel que expresa su práctica y ve su formación como algo no acabado y completo, sino en proceso de crecimiento. En este aspecto, podemos seguir el ejemplo del profeta Óseas, que motivaba al pueblo a conocer cada vez más al Señor (Os. 6:3).

Ceñirse tan sólo a lo que está en la lección Bíblica del maestro puede ser lo más sencillo, pero esto no garantizará una Educación completa. Lo que se espera hoy en día del docente, es lectura, investigación y producción de conocimiento. Cuando vemos lo que dice la Biblia en Lucas 12:48 –a quien mucho se le da, mucho se le exige- no queda otra cosa que definir cuidadosamente el grado de exigencia que recae sobre aquellos que trabajan en la obra del Señor.

Tenemos la tarea de reflexionar sobre nuestras clases y contextualizar las enseñanzas para que produzcan cambios en la vida cotidiana del alumno, concientes de que la propuesta de la EBD no es sólo formar para la vida terrena, sino también para la eternidad. No se trata solamente de producir “repetidores” de versículos bíblicos, sino formar discípulos de Jesús, que tengan sus propias experiencias con Él.

Podemos comparar el trabajo del maestro con el oficio del minero. La preparación de la lección se inicia con la prospección y excavación del terreno de conocimiento del tema en estudio. Si el tema es la oración, por ejemplo, se deben buscar libros, revistas, artículos, textos y experiencias personales que estén relacionados con la oración.

El maestro, provisto del material “excavado” (sin olvidar nunca que el libro texto es la Biblia), estará en la capacidad de hacer un análisis mucho más amplio sobre la necesidad de la oración en clase, pudiendo incluir también comentarios sobre cada tópico del tema, haciendo así la clase más rica y atractiva.

Habilidad y unción

En cierta ocasión, conversando con una maestra de EBD, comentábamos sobre la formación del maestro y las críticas cada vez más comunes hacia un término ampliamente utilizado: la actualización de maestros. Visto bajo la perspectiva pedagógica, el concepto ha avanzado y actualmente se trabaja más con términos como entrenamiento, capacitación y mejoramiento.

Sin embargo, si consideramos el simbolismo hecho por Jeremías 18:1-6, esta concepción puede ser aplicada al proceso de cambio por el cual pasamos para llegar a ser útiles en las manos del Alfarero. Este cambio, según Romanos 12:2, tiene lugar como consecuencia del no conformismo a este siglo, de una búsqueda de la Palabra, que resultará en renovación de la mente e intimidad con Dios.

Esta misma Palabra que tiene poder para generar en nosotros una relación profunda con el Padre, es también como el agua, que limpia, libra de las impurezas, purifica y modifica el ser por completo. Esto se debe a que el proceso de formación docente no es puramente material e intelectual, sino también, por encima de todo, espiritual. Siendo así, la Palabra de Dios tiene el poder de “actualizar” al ser humano, reaprovecharlo, si antes estaba muerto espiritualmente, ahora es nacido de nuevo por el lavaje en el Agua de Vida.

A nuestras clases llegaran alumnos con diversos tipos de conflictos –material, emocional, espiritual- buscando algo que les ayude a enfrentar sus problemas. Nosotros, como maestros, enseñaremos mejor al alumno cuando nosotros mismos, por medio de la investigación constante y la práctica de la Palabra, somos enseñados por el Señor. Si esto es una realidad en nuestras vidas, obtendremos resultados prácticos en las vidas de nuestros alumnos. El ejemplo ha sido siempre, a lo largo de la historia, el método más efectivo en la vida de quien enseña.

Usted puede pensar que, ante los desafíos, todo es teoría y que la práctica es mucho más difícil. Hoy sabemos que no existe práctica sin teoría, ni teoría sin práctica. En la enseñanza cristiana tenemos, al menos, dos fuerzas generadoras en la práctica del educador:

1)    El Espíritu Santo, sin el cual nuestras fuerzas y esfuerzo se hacen vanos e inútiles:

2)    La disposición del hombre y la mujer en humillarse ante Dios, colocándose al servicio del reino.

Debemos entender que nuestro conocimiento intelectual y habilidades personales son de extrema importancia, pero por nuestras propias fuerzas formaremos discípulos de Cristo, sino sólo por la unción del Espíritu Santo. En el momento en que impartimos la lección, el mensaje que nos concedió tiene que estar quemando nuestros corazones. Lo que estemos enseñando con preparación, teniendo el ungimiento del Espíritu Santo, será lo que realmente cause impacto en las personas.

 

*Maria José Costa Lima es pedagoga, Licenciada en Teología, con postgrado en Metodología de la Enseñanza Superior y vice directora del Instituto Bíblico de la Asamblea de Dios en el Amazonas.

Artículo tomado de la Revista el Educador Cristiano No. 6 publicado por Editorial Patmos.

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Aún no hay comentarios

  1. Bendiciones. Me gustaria recibir información acerca de congreso de educadores cristianos. En que país se va a realizar este año 2014. Soy de Costa Rica, y tenemos interés de asistir éste año

    Muchas gracias.

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