Hoy en día se habla mucho acerca de la inclusión. ¿Pero sabemos realmente de qué se trata? Según el diccionario, inclusión es un sustantivo femenino que significa acto o efecto de incluir. O sea, inclusión es simplemente sumar o agregar cosas o personas a grupos y núcleos de los que antes no formaban parte. Es muy común hoy en día escuchar esa palabra en discursos, propagandas y aún en conversaciones informales.
Una de las principales características que se mencionan es la inclusión de personas con algún tipo de discapacidad.
Pero, ¿cómo trabajarlo en la Escuela Dominical? ¿Estamos incluyendo a hermanos así? ¿Cuál es la importancia de hacerlo?
Conversamos con especialistas en educación cristiana acerca del tema.
El pastor Eliezer Morais, profesor de filosofía, historia y teología, destaca la importancia de que los alumnos especiales puedan asistir a la Escuela Dominical. «Tenemos una responsabilidad espiritual con esas personas que, por alguna razón, son portadoras de alguna discapacidad. Y es en la Escuela Dominical donde podemos personalizar su atención, contando con maestros capacitados que les transmitan el mensaje de Jesús. Es muy importante que la iglesia proporcione esta ayuda a las familias, pues de este modo cumplirá el mandamiento de amor y apoyo al prójimo, como Jesús nos enseñó que hiciéramos.»
Hablamos también con Luiza Samira Flores Alves, psicóloga, con postgrado en Psicopedagogía y especialista en Atención Educacional Especializada (AEE).
«Sabemos que hay leyes que prevén la inclusión, la igualdad y el tratamiento de las personas con discapacidad, siendo deber del estado, de la familia, de la comunidad escolar y de la sociedad proporcionarles una educación de calidad. Por lo tanto la iglesia, como parte de la sociedad, tiene el deber de incluirlos, haciendo las adecuaciones necesarias para que exista una verdadera equidad, pues esa fue la enseñanza del Maestro. La inclusión resulta necesaria en todos los ámbitos de la iglesia, principalmente en la Escuela Dominical, pues a través de ella enseñamos y experimentamos lo que aprendemos. Es en esos momentos cuando los niños, jóvenes y adultos conviven con sus hermanos con discapacidad, y de ese modo aprenden a respetarlos, entenderlos y amarlos.»
El pastor Douglas Roberto de Almeida Baptista también habla de su importancia. «El desafío contemporáneo de la Escuela Dominical es reestructurar su proceso de enseñanza-aprendizaje para poder atender a los alumnos especiales. Sin embargo, la adopción de la llamada “educación inclusiva” no puede ser vista solo como una forma de alcanzar a los alumnos portadores de alguna discapacidad. Es preciso repudiar con vehemencia los preconceptos y la discriminación, y apoyar y escoger a los alumnos especiales en el ámbito educacional de la Escuela Dominical. La importancia de ministrar a ese grupo reside en el hecho de proporcionar igualdad de oportunidades para el aprendizaje de la Palabra de Dios, incluir a esos alumnos en el contexto de la fe cristiana, y estimular el respeto y el amor por el diferente, dirimiendo la exclusión y la segregación. La interacción social y religiosa es extremadamente benéfica para la salud y la buena convivencia de las personas especiales.»
Para Rosilene Silva Sousa, psicopedagoga, 2ª coordinadora general del Departamento Infantil de la AD de Campina grande (PB), Brasil, «es de suma importancia que las personas con discapacidad sean incluidas en nuestras clases, pues ellas necesitan la salvación, conocer a Dios y su reino. Nuestra “casa” (nuestro espacio físico, nuestro grupo) debe estar adecuada para que ellos se sientan bien, ya que son parte del pueblo de Dios. Ir al encuentro de las personas con discapacidad, evangelizarlas y adecuar nuestras instalaciones físicas y nuestros programas para atenderlos y discipularlos no es simplemente un favor que les hacemos o una supuesta “moda” de inclusión social, sino una verdadera misión.»
¿Cómo deben actuar los maestros?
La pedagoga, especialista en educación especial, coordinadora del ministerio y coro manos ungidas de AD en Curitiba (PR), Brasil, y coordinadora del curso de libras (lenguaje de señas brasileño) en AD, Curitiba, Brasil, Siléia Chiquini, dice que «La atención de este grupo se hace de forma especial y diferenciada, pero para que eso se produzca de un modo más adecuado debemos conocer las diferencias, a fin de comprenderlos y aceptarlos. También necesitamos maestros que desarrollen una metodología y una didáctica específicas para alcanzar a ese grupo, transformando al alumno en un discípulo de Cristo.» Siléia dice que «en el caso de la Escuela Dominical, es necesario que las clases estén preparadas de tal forma que el alumno que aún no tiene un conocimiento básico de la Biblia pueda asimilar el mensaje principal».
Según Rosilene, el líder de la Escuela Dominical debe tener cuatro requisitos básicos: «Ser educador, teólogo, gestor e investigador, pues el avance numérico y cualitativo de la Escuela Dominical no vendrá por casualidad, sino solo a través de la oración y de un constante esmero en esas áreas. Además de ser dedicado en cuanto a su preparación, tiene la responsabilidad de proveer los medios para la capacitación de los maestros a lo largo de los años con temas actuales.»
Luiza Samira complementa lo recién expresado afirmando que «En la actualidad, nuestro educador debe no solo saber las enseñanzas bíblicas sino también, obligatoriamente, tener nociones pedagógicas, psicopedagógicas y neurológicas. Teniendo el ejemplo de Pablo, que le pide a Timoteo que cuando fuera a visitarlo a la prisión le llevara la capa, los libros y principalmente los pergaminos, nosotros, los educadores, debemos actuar de la misma forma. Estudiar y saber cómo aprende cada alumno es esencial para poder auxiliarlo en su proceso de aprendizaje.»
El pastor Eliezer agrega que «Actualmente nuestra sociedad se está concientizando acerca de la atención de las personas con discapacidad, y el perfeccionamiento de la legislación en diversas partes del mundo ha exigido que se preste atención a las causas que facilitan el acceso y la educación para ellas. Nuestros líderes también están despertando a eso. La dificultad que encuentro como pastor de la iglesia es hallar maestros capacitados que atiendan una demanda que aumenta cada día.»
El pastor Douglas Baptista recuerda que «En el ámbito de la clase es total responsabilidad del maestro detener cualquier conducta de agresión verbal, rotulación o desprecio hacia los alumnos con discapacidad. Ciertamente, el papel del maestro es imprescindible y, por lo tanto, no se debe lanzar a tan noble tarea solo con un espíritu voluntarioso. Se vuelve necesaria la debida capacitación para el magisterio de la educación especial.»
Rosilene concluye con algunos conceptos: «Ninguna discapacidad es igual a la otra. Al realizar la planificación, el maestro debe tener en cuenta que pueden ser necesarias, por ejemplo, transcripciones al braille o interpretación en lengua de señas. Para los alumnos con síndrome de Down es importante el refuerzo de las consignas, preguntas y tareas con gráficos que ellos puedan ver, preferentemente con ilustraciones grandes y llamativas, y con colores y símbolos fáciles de comprender. El alumno con autismo, científicamente conocido como Trastorno del Espectro Autista (TEA), se caracteriza por tener problemas en la comunicación, en la socialización y en la conducta, generalmente diagnosticada entre los 2 y los 3 años de edad. También presenta dificultades de interacción social, de comportamiento (movimientos estereotipados, como hacer rodar una lapicera o poner autitos en fila) y de comunicación (retraso en el habla). Por lo menos el 50% de los autistas presentan grados variables de deficiencia intelectual. Algunos, sin embargo, tienen habilidades especiales y se vuelven genios de la informática, por ejemplo. Para minimizar las dificultades de relación, es aconsejable que el maestro cree situaciones que posibiliten la interacción. Tenga paciencia, pues es posible que manifiesten cierto grado de agresividad. Avíseles cuando cambie la rutina, pues las alteraciones del día a día no son bienvenidas para ellos. Deles instrucciones claras y evite los enunciados largos. Es preciso que el maestro sepa las diferencias entre los términos “trastorno”, “dificultad de aprendizaje” y “discapacidad intelectual”. No podemos utilizarlos como sinónimos o de forma aleatoria, porque poseen diferencias y se refieren a distintas cuestiones. Una dificultad en el aprendizaje se refiere a una condición psicopedagógica, social y cultural que termina afectando el aprendizaje y, como consecuencia, el problema termina centrándose en el alumno. El trastorno conlleva un compromiso neurológico y se refiere a una condición clínica. Discapacidad intelectual es un término que se refiere a una modalidad más grave de impedimento en el aprendizaje, el cual presenta características más graves, extensas y duraderas.»
Para obtener más información sobre cómo trabajar con niños y adolescentes con necesidades especiales, lea el libro Perfectamente Diferentes, de Nohemí Pagán.