Haga contacto con el alumno – El método que Jesús usó con la mujer samaritana.


Juan 4:1-42

En el viaje del Señor Jesucristo de Judea a Galilea, se sentó a descansar junto al lado del pozo de Jacob en Samaria. Sus discípulos fueron a la ciudad para comprar alimentos. La gente generalmente no venía al pozo al calor del mediodía, sin embargo una mujer de Samaria vino a sacar agua, tal vez porque quería evitar a las demás mujeres, que la menospreciaban por su mala reputación.
Si usted “por casualidad” tuviera la oportunidad de hablar con una mujer inmoral, ¿empezaría pidiéndole que le hiciera un favor? ¿Cuál fue el resultado del pedido de Jesús? Póngase en el lugar de la mujer. ¿Cómo se habría sentido si alguien de una raza hostil le hubiera pedido un favor? ¿Qué hubiera pensado? ¿Qué logró Jesús al empezar su lección con este pedido personal?

Despertó la curiosidad y dio motivo a preguntas.

Despertó el interés en sí mismo como persona.

Se puso bajo compromiso con su alumna.

Le dio oportunidad a que respondiera activamente.


¡Qué inicio para una lección! Hizo muchísimo con pocas palabras. La mujer tenía mucho trecho que recorrer espiritualmente, pero al menos miró a su Maestro con interés y atención. ¿Qué pasa aquí? –pensó–. ¿Quién es este hombre y qué está pensando? Un mal acercamiento la hubiera alejado
indiferente o indignada.

¿Por qué estas palabras en particular eran un poderoso acercamiento a la lección? ¿Cómo las palabras “dame de beber” estaban llenas de la sabiduría que viene de lo alto? La alumna era una desconocida, una nueva alumna, con pocos antecedentes espirituales. Jesús empezó exactamente donde ella estaba, con su propio propósito de venir al pozo. Como su mente estaba puesta en el agua, le habló acerca del agua. Como su mente estaba puesta en sus relaciones con otras personas, con esas pocas palabras Él le mostró que no quería alejarse de ella, como lo hacían los demás. Al contrario, deseaba un favor de ella. Antes de que Jesús se dirigiera a la mujer como una samaritana y pecadora, la aceptó como persona. Sin duda ella se volvió de sus propias cavilaciones para mirarlo con sorpresa y curiosidad. Este hombre era distinto a los demás.
Los maestros cristianos, ¿comenzamos así nuestras lecciones? ¿Obtenemos inmediatamente interés y atención? ¿Empezamos justamente donde están nuestros alumnos, y les hablamos de sus actividades inmediatas? O decimos: “¿Qué hicimos el domingo pasado?” Quizá pensamos de la enseñanza como meramente la presentación de hechos bíblico en una situación formal. No pensamos en enseñar a individuos en las situaciones reales de la vida. Tal vez por eso no obtenemos los resultados que obtuvo Cristo. Para enseñar, Él no tuvo necesidad de una sala de clases con cuatro paredes. Él enseñaba
constantemente a su propia clase especial dondequiera que estaba, y enseñaba a otros dondequiera que iba.

¿Qué importancia tiene nuestro acercamiento a una lección? ¿Importa la actitud de los alumnos al principio de la clase? Generalmente es el factor decisivo. Si los alumnos sienten su necesidad y empiezan con interés y atención, ese sentimiento los hará avanzar y participarán activamente. Si al principio son indiferentes, el maestro puede presentar una muy buena lección, pero probablemente ha perdido a sus alumnos.


EDUCACIÓN QUE ES CRISTIANA

Lois LeBar

Los educadores cristianos necesitan un renovado sentido de esperanzas. En el confuso mundo de hoy, los padres necesitan aliento para criar a sus hijos en la disciplina y la amonestación del Señor.

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