Continuamos hoy tratando de ese tesoro especial que son los niños. En la escuela bíblica todo debe girar en torno a ellos. Quien enseña a los niños debe hacerlo porque les ama y ve en ellos un gran campo donde puede germinar y dar buen fruto esa semilla que es la Palabra.
Mencionamos la vez pasada que como maestros debemos conocer las etapas del desarrollo de los niños, debemos conocer que todos son diferentes por lo que no se les debe enseñar a todos por igual, debe haber una variación en el tratamiento según la etapa en la que se encuentren, un adolescente no debe tratarse igual a un niño de tres años ni tampoco un niño de cinco años debe tratarse como a un adulto.
Niñez, Adolescencia, Juventud y Adultez son los períodos de la vida y deben estar presentes en todas las escuelas bíblicas, a su vez cada uno de ellos se subdivide en grupos con características similares.
Dentro de la Niñez encontramos varios niveles y a cada uno de ellos le dedicaremos tiempo:
- Sala de Cuna
- Párvulos
- Principiantes
- Primarios
- Intermedios
Nos detendremos un poco en el nivel que quizá sea el menos atendido, al que muchos ni creen se le debe tener en una escuela bíblica, me refiero a la Sala de Cuna, abarca desde el nacimiento hasta los dos años (0-2), erróneamente se piensa que en esas edades no asimilan nada y solo se necesita tenerles aparte para que no molesten.
Expertos en el desarrollo infantil dicen que los dos primeros años se encuentran entre los más importantes en la vida de una persona. Estos dos primeros años influyen poderosamente en todo el desarrollo subsecuente del niño. El cuidado afectuoso en la sala de cuna establece excelentes bases de confianza, afecto y seguridad, todo lo cual será de gran ayuda para que los niños sean receptivos al mensaje de la Palabra.
¿Qué hacer con ellos?
Garantízales a los padres y/o representantes que los niños estarán bien cuidados, el lugar debe ser un lugar limpio, agradable y seguro, ellos esperan que quienes cuidarán de los niños sean fiables, confiables y sensibles.
Recíbeles con una actitud amable y cálida simpatía, a los niños y al adulto que les acompañe.
El objetivo es enseñar a cada bebé lo que puede conocer del amor de Dios. Tus palabras, miradas y acciones deben ser relajadas, amables, cariñosas, así les enseñas que puede confiar en quien le está cuidando y a su vez estás sentando las bases para la confianza en Dios.
Cántales canciones cortas y simples sobre el amor de Dios, ningún niño se preocupa por su calidad vocal y al ir escuchando su nombre asociado con el amor de Dios, comenzará a asociar el cántico, a sí mismo al amor y a Dios.
Juega con los bebés juegos simples, por ejemplo pedalea suavemente sus piernas y conjuntamente diles todo el tiempo: “Dios hizo las piernas fuertes”. Aunque parezcan sin importancia, esta sugerencia y la anterior edifican un fundamento para la fe en el Padre perfecto que ama a todos sus pequeños.
A esta edad disfrutan mirar libros, no necesita tener palabras sino buenas ilustraciones y de ellas puedes hablar con el niño y vincular a Dios con cada una de ellas.
Usa conversaciones guiadas, éstas no son más que conversaciones informales pero planificadas en las que se buscan oportunidades para enlazar lo que el niño está haciendo al tema de la Biblia que se esté tratando; te ayudarán a hacer conexión entre las acciones del niño y un tema de la Biblia, por ejemplo al construir una torre de bloques les puedes decir algo como: “Dios hizo las manos para que puedas construir”
La música es otra buena herramienta para trabajar con estas edades, con ella se promueve la familiaridad y la comodidad, aumenta destrezas en el lenguaje y la audición, puede crear un estado de ánimo. Con la música puedes reforzar el tema bíblico usando una o dos canciones que se refieran a ello.
Queda mucho por hablar sobre estas edades pero lo dejamos aquí por ahora, cierro con una frase del gran escritor alemán Goethe, en ella quiero que pienses cada vez que te pares frente a un pequeñín: “sólo lo mejor es suficientemente bueno para el niño”.