No defina la hombría según los estándares débiles de la cultura. ¡Está bien ser hombre!

Si vamos a criar a nuestros hijos para que sean los hombres que Dios diseñó, entonces primero tenemos que reconocer que aunque todos fuimos creados a imagen de Dios, existen diferencias muy claras en la composición de los hombres y las mujeres. Me imagino que aquí estoy diciendo algo obvio pero quiero asegurarme de que no nos volvamos insensibles a esta verdad. En un artículo excelente titulado: “Is America Still Making Men?” [¿Todavía los Estados Unidos fabrica hombres?], el autor Dennis Prager enumera factores clave que han contribuido a lo largo de los años a la falta de “hombres de verdad” en nuestra sociedad actual. En el número 3 de su lista está: “Los ideales de masculinidad y femineidad están prácticamente extinguidos”. Prager dice también: “El feminismo, posiblemente el movimiento norteamericano más influyente del siglo veinte, le declaró la guerra a los conceptos de femineidad y masculinidad. Y para gran parte de la población fue algo triunfador. De hecho, gracias a la enseñanza feminista de que hombres y mujeres son en esencia iguales (observe, de paso, que nadie arguye que los animales machos y hembras sean iguales, solo los seres humanos), un sinnúmero de niños varones han sido criados como si fueran niñas”. Mientras revisaba un catálogo de ventas que recibí por correo del
fabricante de una línea popular de enseres para jóvenes, me encontré con un ejemplo extremo de las repercusiones del movimiento del androgenismo. Mis ojos se posaron en una imagen en particular que incluía varios jóvenes adolescentes como modelos. Una chica estaba sentada en una silla con colores neón. A poca distancia había un chico sonriendo y gesticulando como quien está involucrado en la conversación. Y junto a él otro chico. ¿O era una chica? El modelo tenía el cabello corto y usaba jeans
muy ceñidos y una camisa ancha de botones. Él/ella era larguirucho/a con rasgos faciales andróginos que no parecían abiertamente ni masculinos ni femeninos. Busqué algo que pudiera girar la balanza a un lado u otro, pero al final me di por vencida. Me sentí incómoda por la imagen de él/la modelo, pero tristemente no me sorprendió, dados los tiempos que vivimos.
Si usted busca la palabra androginia en el diccionario, pudiera encontrar la definición siguiente:

Cualidad de andrógino

  • ser ambas cosas, hombre y mujer; hermafrodita.
  • tener características tanto masculinas como femeninas.
  • tener una identidad sexual ambigua.
  • No tiene apariencia clara ni masculina ni femenina: la fi gura
    andrógina de muchas estrellas del rock.

Considere el comentario que encontré en un foro en línea donde se debatía la tendencia andrógina de la moda: “¡El hermafrodismo está de moda, y ya era hora! La industria de la moda predijo de manera correcta la tendencia hace unos treinta años con el estilo unisex y siguió aprovechando la popularidad
de la vestimenta andrógina al copiar los estilos de Boy George y Michael Jackson”. ¡Cielos! Justo lo que quiere toda madre de un niño varón, criarlo para que imite la apariencia de Boy George y Michael Jackson. Una cosa es compartir la ropa con mi hija pero si uno de mis hijos invade mi armario y me pide prestado el delineador de ojos, no es nada agradable. Oh, hombre Marlboro, ¿dónde estás? ¡Tu regreso nunca será demasiado pronto!
Y al parecer yo no soy la única que se lamenta de esta ambigüedad andrógina en la moda masculina. Hay una reacción violenta entre los consumidores cada vez más creciente que dice: “Ya basta de ropas afeminadas para los hombres”. Un artículo en Philly.com hablaba de una nueva tendencia más masculina en la moda para los hombres. “‘La moda tuvo que cambiar su táctica y pasar de hablar a un segmento muy pequeño de la población masculina, los metrosexuales, y empezar a hablar al hombre común y corriente’, dijo Marshal Cohen, un analista importante de la industria de la importante firma de investigación de mercados NPD.” El artículo continuaba definiendo el “metrosexual” como “un hombre cuyo sentido de estilo es ambiguo sexualmente.


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