¡USTED PUEDE AYUDAR A LAS PERSONAS!

“¿Qué me aconsejas que haga?” ¿Cuántas veces le han hecho a usted esta pregunta, mientras ha estado tomando una taza de café con un amigo, o cuando se ha detenido a hablar con un amigo después de una
reunión? O puede ser que se la haya hecho una vecina o una amiga en el salón de belleza, al comenzar a
contarle a usted un aspecto personal de su vida.

Bien, ¿qué me aconsejas que haga?
¡Ya le toca a usted, amigo! Puede ser que usted no sea la “doctora corazón”.
Quizás usted NO sea un consejero profesional. Es posible que usted jamás haya asistido a un curso intensivo de consejería o psicología.

Puede ser que usted jamás se haya creído alguien
que pudiera dar ayuda significativa a los demás, pero tan pronto como dice: “Bueno, pues, esto es lo que
pienso…”, usted está aconsejando. Dios le ha abierto una puerta para que ayude a alguien, actuando quizás a través de usted como un canal de dirección divina, utilizándolo de una manera que nunca antes
había considerado posible.


Es perfectamente natural que busquemos consejo de aquellos que nos conocen y en quienes más confiamos. Después de todo, nos sentimos cómodos con quienes son como nosotros, y podemos fácilmente comunicarnos con esas personas. No nos sentimos cohibidos al hablar con ellas de necesidades íntimas y personales, especialmente si estamos un tanto seguros de que tienen cierta idea de lo que estamos enfrentando. Con personas amigas no nos sentimos atemorizados por el estigma que conlleva hacer una cita e ir a un consultorio en busca de ayuda. Yo estoy convencido de que usted no tiene que ser psicólogo ni psicoanalista clínico profesional para poder ayudar a las personas. No tiene tampoco que ser capaz de descifrar sueños, o interpretar manchas de tinta sobre el papel, o reconocer percepciones psicológicas profundas. La mayor parte de la consejería que se brinda en la actualidad la imparten personas que tienen poca experiencia o ninguna en lo que es la consejería.

Al reaccionar contra la psicología freudiana y los conceptos humanistas, que constituyen una clara violación a la Palabra de Dios, algunos cristianos han adoptado una posición negativa en contra de la psicología y de la consejería en general, en vez de tomar posición en contra de ciertas formas de
consejería que violan principios bíblicos.

El problema no está en dar consejería, sino en dar la clase equivocada de consejo. No obstante, algunos han tenido la tendencia de deshacerse, al mismo tiempo, tanto de lo malo como de lo bueno.

He escuchado decir a ciertas personas: “Yo no creo en la consejería, sólo en la predicación y en la oración.” Sin embargo, cuando una persona toma esa posición y sin embargo dice: “Yo creo que debieras…”, y sugiere cierta acción para la necesidad personal de algún amigo, se ha colocado en la posición de consejero.
La mentalidad “anticonsejera” tampoco es capaz de reconocer el ministerio de sanidad de Jesús como la psiquiatría más pura que jamás se haya aplicado a las heridas emocionales de los hombres y las mujeres
que sufrían.

Cuando yo estudiaba en la universidad, el fundador de la institución cristiana a la que asistía reflejaba un prejuicio de su generación, al decir: “Muchachos (se refería a nosotros, los que estudiábamos para el
ministerio cristiano), ustedes no necesitan ningún curso sobre la consejería. ¡Lo único que necesitan es
el sentido común!”


¿Se trataba de una excesiva simplificación? ¡Sí, especialmente porque el sentido común ya no resulta tan común!


Si llamáramos a la consejería por otro nombre, digamos discipulado o ministerio, eso quizá sería más aceptable para ciertas personas. El apóstol Pablo escribió que nosotros, los que hemos creído en Jesucristo, hemos recibido “el ministerio de la reconciliación”, lo cual quiere decir que logramos restablecer la armonía entre hombres y mujeres con nuestro Padre celestial, y de ellos entre sí (2 Cor 5:18,19).
El contribuir a sanar las relaciones quebrantadas constituye uno de los aportes más significativos que usted puede hacer en favor de la vida de sus semejantes.


Consejería entre amigos

Tu consejo puede marcar la diferencia
en la vida de una persona…
Los amigos suelen aconsejar más que todos los psicólogos y consejeros del mundo. Y esto puede ser bueno; no hay duda que Dios nos llama a ayudar y animar a otras personas.

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